20 pasos
Esta es la historia: era un día lluvioso, qué digo, lluviosísimo, y desde el automóvil ví un anuncio cuya precisión y detallismo me atrajo.
Dispuesto a comprobar lo de los 20 pasos me bajé rápidamente del coche, y ¡oh sorpresa! mi pluma, que tenía sobre las piernas porque estaba apuntando algo, voló por los cielos para caer con una puntería digna de William Tell, justo en un charco del cual ni un perro callejero tomaría.
La dejé ahí y la dí por perdida, y por cierto no eran 20 pasos.